El sueño cumplido del Dakar

Roberto Carranza afirma que ha sido el rally más duro de los últimos años, pero ya piensa en regresar para disputar la próxima edición de la prueba

El Dakar 2019 hizo estragos entre los participantes. De los 334 vehículos que iniciaron la andadura el día de Reyes en Lima tan solo 179 llegaron a la meta, tan solo el 54% de los inscritos fueron capaces de llegar a la meta final. Así, de los 167 motos y quads solo terminaron 90; de los 93 coches acabaron 76, de los 30 SXS llegaron a meta 20, mientras que de los 41 camiones que comenzaron el Dakar tan solo lo finalizaron 13. Estos números dan una idea de la extrema dureza del Dakar 2019, y por ello incluso tiene más mérito la hazaña del vallisoletano Roberto Carranza para concluir el Rally en su primera participación y sobrevivir a la arena de Perú. –¿Cómo valora su participación en el Dakar 2019?

–Ha sido una experiencia única y la satisfacción del sueño cumplido. Ha sido un rally durísimo y por ello agradezco cada vez más el excelente trabajo de preparación física y sobre todo mental que llevábamos para superar todos los problemas, que también han sido muchos. El hecho de haber competido todo el año en el Nacional de Rallys, los test que hicimos y los entrenamientos en Marruecos han sido fundamentales porque hemos llegado muy fuertes. También el hecho de haber acabado, de codearte con auténticos mostruos de los rallys, con los mejores del mundo, te deja un poso de profesionalidad, de haber hecho algo grande y bien.

–En la primera etapa rompieron la correa de transmisión…
–¡Bueno, bueno! Menuda decepción.

No llevábamos ni 20 kilómetros, estaba en mi terreno, era una especial de 80 kilómetros y ¡zas!, la primera avería. Acabábamos de poner el coche en marcha, con todo intacto y perfectamente revisado. Luego nos dimos cuenta que se rompía a determinada temperatura por lo que en algunas zonas había que levantar un poco el pie. Con todo, en cada etapa tuvimos que cambiar una o dos veces las correas.

–¿Costó coger el ritmo de carrera?

–En absoluto. A partir de la segunda etapa, una vez controlado el tema de la correa, ya nos veíamos a la altura de los demás pilotos. Incluso las etapas maratón nos resultaron menos complicadas de lo que temíamos. Eran zonas de dunas que a mi como piloto se me dan bastante bien, mientras que mi compañero Juan Carlos Fernández es un excelente navegador que acertó siempre con el itinerario adecuado y en la ruta precisa. Me recordaban a la Baja Almanzora, ahora bien, con unos paisajes sencillamente espectaculares. Lo complicado llegó tras las etapas maratón.

–Ciertamente el Dakar dio una vuelta de tuerca. Las etapas maratón hi- cieron la criba de la mecánica al no contar casi durante dos días con asistencia técnica, pero después el rally puso a prueba a todos los pilotos. Fueron etapas durísimas, sobre terreno que ya habíamos recorrido por lo que había un sinfín de roderas que confundían. La octava etapa fue para irse a casa pero la superamos, aunque la más difícil fue la de las dunas de Tanaka. Había constantes ‘ceniceros’ (hoyos de arena que apenas se distinguen sobre el terreno) y sobre todo el ‘fesh-fesh’.

–¿Como se conduce sobre esa arena que llaman ‘fesh-fesh’?
–El ‘fesh-fesh’ es una especie de polvo de arena. Los vehículos levantan auténticas nubes que apenas permiten la visión a los pilotos. Es conducir casi a ciegas, con una constante nube azotando el vehículo. Además, no llevabamos parabrisas, un buen consejo que nos dieron antes de empezar, y todo nos venía encima. Llevábamos unos cascos integrados en el mono, con ventilación, de lo contrario es imposible conducir. Eran zonas donde conducías casi a ciegas y encima si te salías mínimamente del recorrido encontrabas trampas de arena, de ese polvo que enterraba el coche.

–Y ahí se metieron…

–Sí, fue el peor momento de todo el rally porque pensábamos que no sal- dríamos de allí. Le ocurrió a Sainz, a Loeb y a un sinfín de pilotos. En cuanto te proponías adelantar a alguien y te salías un poco lo normal era caer en una trampa. A veces te señalaban (dentro del vehículo llevan una baliza que avisa) que otro vehículo te adelantaba y si era un camión ya podías apartarte porque si no te pasan por encima… Afortunadamente en apenas una hora sacamos el Can Am Maverick de la arena y volvimos a la carrera. Otros no tuvieron tanta suerte.

–El Can Am tenía que repostar lo que supondría una rémora.
–En absoluto. Creo que nos venía hasta bien. El Can Am Maverick necesitaba repostar cada 150 ó 170 kilómetros. Disponíamos de 15 minutos, aunque solíamos hacerlo en apenas siete u ocho, por lo que nos venía bien para ir al baño, tomar alguna barra energética y relajar un poco la tensión. –¿Qué otras averías o incidentes serios sufrieron?

–En otra etapa rompí la barra de la dirección porque había una roca oculta en la arena y me la llevé enterita. Por suerte el camión de asistencia estaba cerca y en poco más de una hora lo solucionaron los técnicos. También en la séptima etapa me di un fuerte golpe en la mano y se me puso como un flotador, pero no estaba dispuesto a abandonar por eso y con antiinflamatorios aguantamos hasta el final, precisamente en las etapas más complicadas y difíciles. Y a pesar de ello, acabaron como sextos mejores ‘rookies’ y octavos mejores españoles.

–Solo el hecho de acabar fue una satisfacción inmensa. Después de tanta tensión, al cruzar la meta estallamos de emoción, de acabar el sufrimiento, de haber conquistado un sueño. Fueron mil emociones juntas e indescriptibles.

–Con los horarios de las etapas y los enlaces apenas habrán tenido tiempo de descansar en diez días.  Es algo realmente estresante. Porque una cosa es la etapa y otra los enlaces. Hemos tenido etapas de 300 km con enlaces de 600. Y claro eso te supone estar todo el día dentro del vehículo. En las etapas solo conducía yo, pero en los enlaces muchas veces Juan Carlos cogía el volante. Empezábamos antes del amanecer y acabábamos cuando anochecía en el mejor de los casos. En el campamento acudía a la reunión donde explicaban la etapa siguiente, cenaba e intentaba dormir cuatro o cinco horas máximo. Juan Carlos ni eso, porque tenía que quedarse haciendo el libro de ruta y verificando el excelente trabajo de los mecánicos del equipo FN Speed.

Fuente: Norte de Castilla (27 de enero de 2019)

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